La fiesta de Quintos en Aguarón se celebra el día tres de febrero,
festividad de San Blas.
El origen de esta fiesta tiene su origen en la celebración del sorteo
para ir a la mili. Los quintos se colocaban en el balcón del ayuntamiento, el
secretario leía a viva voz la papeleta con el nombre del quinto y el número que
le había tocado. El quinto que sacaba el número más alto, se libraba del
servicio militar, y los que sacaban los números más bajos eran destinados fuera
de la península: Africa, Cuba, etc.
Mientras se realizaba el sorteo, las familias y las novias de los
quintos aguantaban el frío en la plaza esperando la suerte de su quinto.
Al quinto que se libraba, se le ataba en la plaza del Santo, se le
dejaba sin comer y se le hacía alguna jugarreta.
Antiguamente era un día festivo grande, y los vecinos estrenaban
traje de baturro o se ponían el que habían vestido sus antepasados; con el
cachirulo en la cabeza y la vara de madera recta, pulida y con abrazadera de
cuero o piel.
Con el paso del tiempo el atuendo fue cambiando, y el traje de
baturro fue dejando paso al traje bueno, o traje nuevo que únicamente se
llevaba para las grandes celebraciones, y el cachirulo en la cabeza al pañuelo
en el cuello y a la boina y sombrero de fieltro en la cabeza, y unas buenas alpargatas.
Aparejaban una burra con albarda, un serón de esparto y los arreos
eran brillantes. El que llevaba la burra por el ramal para sujetarla, iba
trajeado como los quintos. El serón servía para meter en él los alimentos,
pollos, conejos, embutidos, tortas, fruta, etc., y el vino que les daban en
cada casa del pueblo. Con todo esto, las madres de los quintos hacían la comida
para todos ellos.
La fiesta comienza con una misa en honor a San Blas y la bendición de
los rollos. A la salida de misa, se empiezan a cantar las coplas alusivas,
primero al Ayuntamiento, luego en la casa de cada quinto, a las madres y a las
novias de estos, quienes endulzan a los presentes con pastas y moscatel, y
finalmente en las tiendas y establecimientos de la localidad. Cada sitio con su
copla particular.
En la década de 1950 se empieza a cantar a las quintas,
posteriormente se les invitó a tomar café, y en 1965 se les invitó a comer. A
los dos o tres años, como había pocos quintos, se unieron quintas y quintos,
para formar un grupo más numeroso.
Hoy en día todavía se conserva la tradición del sombrero, y los
quintos lucen bonitos pañuelos al cuello y van con su vara vestida con cintas
de colores muy vistosas. También adornan a la burra como antiguamente, aunque
el serón de esparto lo llevan por conservar la tradición, actualmente ya no se
regalan alimentos sino dinero. En el centro y a lo alto de la albarda, en un
panel, ponen un roscón grande que dice: Viva la Quinta del Año.
Las pastas y el moscatel que sacaban en las casas de los quintos, han
dejado paso a las tapas, jamón, croquetas, tortilla de patata, vino, cerveza y
refrescos, para deleitar a todos los presentes.
Una vez terminada la ronda por las casas de los quintos, los bares y
las tiendas, todos los quintos y sus familiares van juntos a comer al pabellón.
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