Si nos invitan a una comida casera estando de visita en Corea del Sur
no debemos tratar de contener las lágrimas que provocan los platos demasiado
picantes, porque podemos granjearnos la reputación de ser personas groseras que
desprecian la hospitalidad. Las lágrimas se consideran el mejor elogio a la
cocinera o al anfitrión.
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